14 de febrero de 1900. Un grupo de alumnas del selecto internado Appleyard para señoritas salen de excursión a Hanging Rock, una extraña formación geológica en plena campiña australiana. Tres jóvenes estudiantes y una profesora desaparecen sin dejar rastro entre los pliegues de la roca. Solo una chica logra regresar, confusa, descalza y sin memoria.
A medio camino entre la novela gótica, el misterio metafísico y el drama de internado eduardiano, Picnic en Hanging Rock ha fascinado a generaciones de lectores desde su publicación en 1967. Joan Lindsay, con una prosa hipnótica, convierte la desaparición en el centro de un relato que desafía las leyes del tiempo, la lógica y la razón. Durante décadas se especuló con la posibilidad de que el suceso hubiese ocurrido realmente. La autora nunca quiso confirmarlo ni desmentirlo. Ese enigma —al que se suma la mítica adaptación cinematográfica de Peter Weir— ha contribuido a consolidar su leyenda. Un cautivador hito de la literatura australiana que se sitúa junto a Siempre hemos vivido en el castillo de Shirley Jackson, Rebeca de Daphne du Maurier y Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides como un clásico inolvidable de atmósfera perturbadora y belleza espectral.