Hellboy: el Origen de un Héroe

Mike Mignola es uno de los dibujantes del mercado norteamericano que decidió migrar al recién creado sello Legends de la editorial Dark Horse a principios de la década de los 90, junto a otros relevantes autores como John Byrne o Frank Miller.

Hasta ese momento, Mignola se caracterizaba por utilizar un estilo realista pero sencillo, donde el uso del claroscuro y los negros primaba sobre el detalle o la sobrecarga de trazos en la viñeta.

Con su fichaje por parte de Legends, Mignola se propuso dar una vuelta de tuerca y crear un personaje que aunara en sí mismo el grafismo oscuro y perverso de los relatos de Lovecraft sin dejar atrás el género de superhéroes en el que tan bien se estaba moviendo.

Ya en años previos, Mignola había sido el encargado de adaptar al cómic las novelas de “Corum”, un personaje fantástico de Michael Moorcock, o las aventuras de Fafhr y el Ratonero Gris, del mundo Nehwon de Fritz Leiber.

En ambos casos, se mezclaba muy bien el género de aventuras más entretenido con las antediluvianas de horrores previos al hombre y más allá de nuestra comprensión.

Esos trabajos habían puesto a Mignola en la senda de crear a un personaje que, debido a sus características y poderes personales, se tuviera que enfrentar a situaciones de corte lovecraftiano que entremezclaran lo místico con incluso la búsqueda de objetos de poder al estilo de Indiana Jones, otra clara influencia para el autor californiano.

En el verano de 1993, publicado en el San Diego Comic-Con Comics Nº2 debutó en el que desde entonces sería el personaje por antonomasia de Mignola. El personaje que le permitió, con el paso de los años, dar rienda suelta a todas esas historias mitad Indiana Jones, mitad H.P. Lovecraft, mitad Edgar Alan Poe que siempre había querido hacer.

Historias protagonizadas por un demonio criado por humanos, éticamente bueno, pero con una cierta mala leche y bastante socarrón. Una criatura lo suficientemente fuerte como para poder destrozar a demonios y engendros monstruosos que se le pudieran poner por el camino al adentrarse en páramos o fortalezas abandonadas por el mundo.

Ese personaje fue Hellboy, un personaje muy particular porque su llegada al mundo estaba destinada a que él lo dominara como heraldo de las fuerzas infernales que lo habían convocado y engendrado, y como ayuda para los nazis que lo habían invocado.

La historia de “Hellboy” comienza en 1944, cuando los nazis, ayudados por Grigori Rasputín (en efecto, es el legendario Rasputín) desembarcan en la isla Tarmagrant, cerca de la costa escocesa, para llevar a cabo lo que han denominado proyecto Ragnarok.

Este proyecto cambiará el rumbo de la guerra al invocar a un niño demoníaco que ayudará a los nazis a ganar el conflicto. Y, de paso, liberará poderes oscuros y desconocidos para el ser humano que aguardan el momento de poder de conquistar la Tierra.

Desafortunadamente para los nazis y Rasputín, el recién invocado niño demonio es recogido por el ejército norteamericano, que le lleva a una base en Nuevo México.

Allí, el profesor Trevor Bruttenholm le bautizara nada más verle como “Hellboy” o “niño demoníaco”. De hecho, el profesor Bruttenholm será el mentor de Hellboy durante muchos años y casi un padre para él, especialmente durante su educación. El fatídico final del profesor marcará para Hellboy el definitivamente convertirse en enemigo jurado de todas aquellas fuerzas y seres que desean utilizarlo.

Por supuesto Hellboy no va a vivir solo todas esas aventuras y amenazas multidimensionales, ya que el gobierno ha creado una oficina para este tipo de asuntos paranormales, cuyo nombre es AIDP o “Agencia de Investigación y Defensa Paranormal”.

Dicho organismo federal es quien le va a educar tras ser recogido por el ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial. Y dentro de ella es donde se va a labrar el título del mejor investigador de lo paranormal del mundo.

En la AIDP, Hellboy va a conocer y trabajar codo con codo con otros seres de características especiales como las suyas, destacando fundamentalmente sus dos grandes amigos Abe Sapiens y Liz Sherman.

A lo largo de las aventuras editadas por Dark Horse, Hellboy se tiene que enfrentar a conocimientos sobre su pasado, a personajes que quieren manipularle, e incluso a seres míticos como Rasputín, cuyo deseo es utilizar a Hellboy para dominar el mundo.

Por supuesto, la integridad moral del personaje es tan grande como su mala leche y su fuerza, y siempre se resistirá a esos movimientos de control a su alrededor de la forma que el físico mejor le permite, a golpes.

Aquí es justo donde confluyen los estilos narrativos de suspense y terror propios de Poe y Lovecraft con el género de superhéroes aventurero que Jack Kirby llevará a sus más grandes cuotas a lo largo de los años 60 y 70 y que, con maestría, Mignola recoge y adapta en la forma de sus personajes Hellboy.

En “Semilla de Destrucción”, primera aventura de Hellboy, nuestro personaje se enfrenta a Rasputín, responsable, como ya hemos dicho más arriba, de haberle invocado a la Tierra junto a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Hellboy se niega a asumir su destino como demonio destructor de mundos. Y Rasputín muere al intentar liberar al Ogdru Jahad, el dragón de la revelación, que aguarda para destruir nuestro mundo y está tomado directamente por Mignola de los mitos de Lovecraft.

En “Despierta el Demonio”, el segundo álbum de Hellboy, éste confronta a la diosa Hécate, que se dirige a él por su nombre demoníaco: “Anung Un Rama”.

Se le revela igualmente que su mano derecha (la que es muy grande y de aspecto pedregoso) es la llave para abrir el portal infernal. Y unos nuevos cuernos le crecen a Hellboy. Pero éste, una vez más, reniega de ese legado maligno que no ve como suyo, y de igual forma se enfrenta a Hécate, arrancándose sus recién salidos cuernos.

Consigue este efecto utilizando de forma intensiva y muy inteligente un estilo de dibujo con un claroscuro muy marcado, donde la mancha negra prima sobre el color, donde el ambiente de decaimiento y podredumbre se refleja en pequeños detalles del dibujo y en una creciente oscuridad por toda la página, y donde cuadros, fotos y estatuas abandonadas nos dicen con su gestos inmóviles mucho más que cualquier diálogo de apoyo.

Y siempre sumergiendo a su protagonista, Hellboy, en esos entornos.

Con esta técnica, tenemos una pequeña mancha roja rodeada de seres oscuros, tétricos, inmensos, antediluvianos, espantosos e informes, que pretende engullir, incluso a efectos de color, a ese pequeño toque de colores vivos que es Hellboy frente a la imparable mancha de negros y grises que son los enemigos a los que se enfrenta.

Gráficamente, Hellboy va a consistir en una narración donde compitan luces, sombras y el colorido de su personaje principal con escenarios y monstruos grandes y oscuros abandonados y muertos, normalmente muy alejados de la vida y la sociedad humana. En este contexto, la presencia de nuestro protagonista será como una antorcha de color ante tanta desolación y terror por lo que le rodea y le quiere destruir.

Cuando el enfrentamiento surge entre ambas partes, Mignola muestra con aguda maestría un estilo tomado directamente de Kirby que, de forma un tanto minimalista, transmite mucha violencia y mucha acción a lo largo de las viñetas.

Especialmente cuando se trata de hacernos partícipes de la lucha entre un ser relativamente pequeño (en este caso Hellboy) con otro inmensamente grande (cualquiera de los demonios o seres ancestrales con los que se topa en los cómics).

Imágenes | Akira Cómics.