Chocolate, vainilla, terror existencial, adicciones, fantasía musical... hay un sabor para la miseria de cada uno. ICE CREAM MAN ha cambiado radicalmente la forma en la que ves a los cómics con sus dispares historias autoconclusivas de horror, maravilla y redención. Cada una de ellas presenta a su propio reparto de personajes lidiando con sus propios cucuruchos de sufrimiento. Y en la periferia, como la alegre música de su caminón, está el heladero, un tejedor de historias.