La trilogía de Batman de Christopher Nolan

29/05/2017
  • Una mirada a la evolución del personaje de Batman y del cine de superhéroes a través de la imprescindible trilogía de Batman de Christopher Nolan.

  • Vía Caps.Pictures
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  • Hay una razón por la cual nadie reivindica, más allá de la gracieta irónica y el comentario posmoderno, los mil y unos intentos de capitalizar el éxito de las Tortugas Ninja que surgieron  en los 90, como “Motorratones de Marte”, “Patos Poderosos”, “Street Sharks” y demás grupos de monstruos con la estética de un videojuego de Megadrive y la actitud de Fred Durst.

    Aunque estas series se puedan rescatar del pozo de vez en cuando para recordar lo ruidosas y estúpidamente divertidas que eran, lo cierto es que la próxima generación posiblemente nunca sepa de ellas de primera mano.

    En cambio, cada generación ha tenido su versión de los legendarios quelonios ninja. Es un concepto que cada década ha sabido reinventarse y mantenerse vivo. Y  no han necesitado que todas y cada una de las iteraciones de la franquicia hayan sido redondas.

    Por cada acercamiento tan decente como su serie de animación tradicional de 2006 o la genial serie actual de Ciro Nielli, ha habido productos tan mediocres como “The Next Mutation” (1997),  una serie surgida a colación de las películas, con conceptos tan poco afortunados y mal ejecutados como Venus de Milo, la quinta hermana del grupo, de la cual ni el propio Peter Laird quiso volver a oír nada.

    El caso es que por alguna razón funcionan, siempre han estado ahí y cada cierto tiempo aparece una versión nueva que aprende algo de la anterior para enfocarse de manera diferente.
  • El poder de los superhéroes

  • Como les pasa a Leonardo y compañía, los superhéroes son un concepto que, simplemente, funciona. Las suyas son historias con las que es fácil identificarse y que pueden ser vehículos para hablar de cuestiones trascendentales

    Al mismo tiempo, su propia condición permite a los autores experimentar con conceptos que, de puro bizarros y complejos, serían difícilmente asumibles por medios más masivos.

    Grant Morrison explica esto de manera particularmente brillante en su afamado ensayo “Supergods”, toda una carta de amor a un género que para muchos sigue siendo aún algo demasiado inabarcable.

    Y es que al género superheroico le pasa lo que al arte contemporáneo. Hay una constante puja entre dos almas, una que mira hacia el exterior y otra que mira para sí mismo.

    Si se opta por abrirse, gana en capacidad de permear en la cultura popular, en comprensibilidad, aunque entonces corre el riesgo de parecer frívolo o excesivamente lleno de lugares comunes.

    En cambio, si habla para adentro gana en capacidad reflexiva o en matices, pero puede volverse hostil, resultar demasiado intrincado, asustar al lector no iniciado.

    Se trata en definitiva de un género que hasta hace poco era contracultura, poblado por unos personajes con tantos autores y enfoques a sus espaldas que dan literalmente para toda una vida de estudio.
  • Vía Media Tumblr
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  • La trilogía de Batman de Christopher Nolan

  • Poco queda por decir de “Batman Begins” (2005), “The Dark Knight” (2008) y “The Dark Knight Rises” (2012) que no se haya dicho ya. Estas 3 películas siguen siendo la vara de medir del género y un visionado obligado para todo el que alguna vez haya sentido interés por los superhéroes.

     ¿Qué hizo el Batman de Christian Bale que lo colocó en esa categoría a la que ni Adam West ni Val Kilmer pueden acceder? ¿Cómo podemos considerar a una adaptación digna de ser representativa de todo ese bagaje?

     ¿Cómo puede un director y su equipo siquiera decidir cuál de las dos almas antes citadas debería primar en su versión del personaje?

    ¿Qué es, en definitiva, lo que hizo Cristopher Nolan en su trilogía de Batman para que se la considere habitualmente la mejor adaptación al cine de un personaje de cómic?
  • Cuestiones de enfoque

  • El Superman de Donner maravilló al mundo entero en 1978. Aunaba una historia impecable con unas interpretaciones legendarias.

    No obstante, habría que esperar a 1989 para que Tim Burton empezara a meter en las cabezas del público generalista que eso de los superhéroes tenía recorrido.

    Aquella película lo cambió todo.

    Su descripción de Batman era soberbia. Sus brillantes enemigos (algo que comenzaba a ser una marca de la casa) dignificaban la idea del supervillano ante el gran público.

    Definitivamente valía la pena ver la traslación a imagen real de los superhéroes. Otras obras como la serie de Wonder Woman, la película “Supergirl” (1984) o las sucesivas secuelas del hijo de Krypton y el murciélago de Gotham iban consolidando esa idea.

    Aquella ebullición provocó incluso que aquella generación de cineastas, buscando replicar el éxito de Burton, se lanzaran a adaptar los héroes pulp que leían de niños con películas como “The Shadow” (1994) o “The Phantom” (1996).

    Aquí  es donde entra el factor oportunidad. Hacía tiempo que ese tren ya había pasado. Aquellas películas, como le pasaría a “Superman Returns” (2006), simplemente llegaban tarde.

    En cambio, Nolan supo entregar una historia de Batman justo en el momento en que debía hacerse, justo cuando el personaje lo demandaba.

    El mito debía reinventarse. No era el mismo público, no era la misma época, y continuar las historias del pasado era un error que Brian Singer estaba a punto de cometer con Superman y que Nolan no se permitió.

    Se necesitaba una nueva visión de Batman.

    Las secuelas de Joel Schumacher habían emborrachado al personaje de cara al público generalista. Se había perdido en las facetas más campy y coloridas de su mitología a costa de emborronar la identidad de lo que se suponía que era Batman. Una acción cortoplacista pensando en figuras de acción y cine para toda la familia que terminó dinamitando la saga.

    Con un plantel de personajes tan “multiversal”, con tantas acepciones de las mismas mitologías, la mayoría de fans del personaje vieron aquel enfoque como una pésima traducción del mito.

     Obras posteriores, comoBatman: The Brave and the Bold” (2008) o “Lego Batman: La Película” (2017), demostraron que había espacio para trabajar en esa dirección e incluso entrar de lleno en lo autoparódico.

    El Batman de Lego asume su tangencialidad (y eso es parte de su encanto) y  tiene claro que no quiere ser la versión definitiva de Bruce Wayne. George Clooney no lo tuvo tanto.

    Nolan siempre trabajó desde dentro. No adaptó al héroe como un Zorro futurista, ni partió del trabajo cinematográfico previo. Miró a los cómics, el único lugar donde el personaje siempre había estado, y construyó a partir de ahí.

    Su Batman olía a Tierra de Nadie, a las etapas de Rucka y Brubaker, a Año Uno. Cuando no bebía explícitamente de grandes arcos, hacía recordar a determinados aspectos de varias etapas del personaje (sin ir más lejos, los entresijos del GCPD en su “Batman Begins” remitían a la celebrada cabecera de Gotham Central).

    Aquel era un Batman reconocible, al cual los fans podían mirar a la cara.
  • Vía Photobucket
    Vía Photobucket
  • Cuestiones de familiaridad

  • Con el nuevo siglo, nació toda una segunda hornada de cine encapado. Una de la que su Batman aprendió aciertos, pero sobre todo descartó errores.

    No se entiende el cine moderno de superhéroes sin “X-Men (2000). Esta vez, Brian Singer acertaría de lleno. La suya fue una soberbia reinterpretación del equipo que supo entender los tiempos que corrían y que entronó a los mutantes entre el gran público como no se hacía desde su serie animada.

    En cualquier caso, fue “Spiderman” (2002) de Sam Raimi el que abanderó aquella generación de la primera mitad de década. Peter Parker era el Batman de la nueva era. Una película que trató al personaje con el respeto que se merecía y que lo alzó en el imaginario colectivo a la popularidad de la que ya disfrutaba en el tebeo.

    Su magistral interpretación del origen de un personaje fue la vara de medir durante esos años. Y, a la mejor manera Burtoniana, instauró la tradición de introducir una dupla de villanos por cinta, tradición que incluso se sigue utilizando a día de hoy.

    No obstante, esta nueva generación de películas trajo consigo su propio rompecabezas. Si antes el problema era el tono, ahora vendría el de la verosimilitud.

    La clave para no asustar al público masivo parecía ser la de tomar cualquier atajo antes que tratar de abordar los conceptos menos vendibles, ya se tratara de villanos excesivamente pintorescos, poderes extraños u orígenes inciertos.

    Uno de los aspectos donde mejor se entienden estas trabas era en los mismos uniformes de los personajes.

    El “Matrix” de las Hermanas Wachowski había redefinido la idea del héroe, y el cuero era el nuevo spandex

    Salvo honrosas excepciones (el genial diseño de James Acheson para el Spidey de Raimi sigue siendo difícil de olvidar), todo el mundo, desde Lobezno a Daredevil, pasando por el Clark Kent de Smallville, se paseó en chupa de cuero por las pantallas.

    El pánico a los culos prietos no se quedó en aquella época. Pese a las revisiones, el uniforme televisivo de Flash sigue sin gritar “ergonomía”.

    Y en un mundo donde Michael Wilkinson ha clavado (y apretado) a Batman y a Superman, resulta sorprendente que nadie haya ceñido aún los muslos a los miembros masculinos de los Vengadores (con la Viuda Negra no parece haber tanto problema).

    Toda esta serie de concesiones suele ayudar a resolver la obra hacia afuera, pero a veces cambiar alguno de esos aspectos es precisamente deshacerse de lo que los define, y los hace perder familiaridad con su público inicial.
  •  Vía Mechanics Of The Bat
    Vía Mechanics Of The Bat
  • Nolan se detuvo en todo esto y supo resolverlo a su manera. Entendió qué aspectos de la mitología del héroe resultaban intocables y creó toda una mitología propia donde su visión pudiera asentarse de manera natural, sin resultar invasiva.

     Su bat-universo abandonaba el vaudeville circense, las formas orgánicas y el gótico-látex definitorios del Batman cinematográfico contemporáneo y lo trasladaba a un futurismo industrial con superficies galvanizadas, tecnología militar y policía corrupta.

    En el Gotham de Nolan no hay cabida para el art déco, para los sombreros de ala corta ni automóviles de los 50 –herencias formales todas ellas que hacía años que se habían perdido en el cómic.

    Este Batman ya no se enfrenta a mafiosos que fuman puros, ni llevaban trajes zoot ni esgrimen ametralladoras Tomphson. Sus enemigos ahora son veteranos de la guerra de Bosnia, trafican con heroína y han financiado la campaña política del gobernador.

    Ni siquiera hay cabida para más bat-familia que la que dos décadas de castigo físico tras la capucha puedan asumir.

    Si le revientan la Batcueva o el Batmóvil, más le valdrá aprender a seguir sin ellos durante la próxima película. Hay un Robin, sí, pero está más cerca del Jon Kent de El Hijo de Superman (un joven que se cuestiona el símbolo que algún día perteneció al héroe) que del portero de discoteca guaperas de Chris O’Donnell.

    Tampoco conocerá a ningún meta-humano, ni formará parte de la Liga de la Justicia. Es una historia exclusivamente de Batman y todo lo que acontece se explica dentro de los propios límites que la componen.

    La trilogía de Nolan es un “Elseworld” en sí mismo, una historia auto-conclusiva que sólo quería ser la mejor adaptación de Batman que nunca se había hecho.

    Pero curiosamente, Nolan fue sorprendentemente romántico con las adaptaciones previas del personaje, lo cual lo familiariza todavía más con ese público que nunca había conocido el material original.

    En vez de utilizar la ya de por sí sobria y elegante “Selina Kyle” de Darwyin Cooke, el director revisita y moderniza el look de la Catwoman de Julie Newmar. De todos los guiños posibles, “The Dark Knight” comienza con un robo a un banco donde una máscara de payaso remite a la teatral aparición del Joker en la serie de los 60.

    Es como si el propio Nolan quisiera evidenciar que su enfoque no viene a sustituir a nadie, como una sentencia de la continua evolución y aprendizaje del pasado que este tipo de obras deberían tener.

    Su gran oda al personaje huele a novela policíaca, a Occupy Wall Street, a corrupción política. Sus personajes se dibujan como arquetipos de las grandes cuestiones que se respiraban por aquel entonces.
  • Ra's al Ghul es un fundamentalista que no duda en pasar sobre los cuerpos de los inocentes para hacer cumplir su voluntad.

    Harvey Dent pasa de caballero blanco a representar la idea de desencanto con toda la clase política de la que un Joker más nihilista y anarquista que nunca saca punta constantemente.

    Bane destruye el cuerpo del murciélago avatarizando aquello en lo que Bruce podría haberse convertido y aterroriza su alma con la mentira de hacer Gotham grande de nuevo

    Y Batman… Batman es tan sólo un justiciero que intenta hacer lo posible para que su idea de justicia prevalezca.
  •  Vía Images lpcdn
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  • En otras palabras, el director deja que las premisas de sus personajes den pie a hablar de grandes tema, precisamente una de las mejores capacidades de sus contrapartidas de papel.

    Nolan dio a los superhéroes la autoridad necesaria como para ganarse el respeto ante el gran público. Éstos habían demostrado que podían dar pie a historias tan redondas como la de aquella trilogía. De alguna forma se dignificó a todo un género.

    Por primera vez podíamos decir a viva voz que sí, que esta película iba de los cómics que leíamos. Ese es su gran legado.

    Tuvimos que conocer al Batman de Adam West para poder tener la respuesta de Michael Keaton. Tuvimos que pasar por las cintas de Schumacher para recordar que Batman daba pie a más que a una revisión moderna del Fantasma de la Ópera.

    Y del mismo modo, había que pasar por ello para dar carta blanca a un director británico que  salvara al murciélago de aquel universo flúor para recordarnos las buenas historias que el personaje puede contar.

    La evolución continúa. La sobria e híper-tecnificada descripción del Señor de la Noche de Nolan tampoco escapa al análisis que allana el camino hacia una versión cuasi-definitiva del personaje.

    El Batman de Zack Snyder empieza a construir el personaje donde Christopher Nolan lo dejó.

    Le devuelve la autoría intelectual de los bat-inventos (esta vez no tiene toda una startup detrás). Le reconcilia con la faceta de detective psicópata que Nolan nunca se atrevió a trabajar. Y lo hace convivir en el mismo lugar que Aquaman o Deadshot.

    Ben Affleck ha hecho que el Batman de Bale parezca el de Tierra Uno (un plano del Multiverso donde los héroes son tan falibles y humanos como el ciudadano de a pie, algo así como la versión sin cafeína para quienes quieren familiarizarse con los personajes sin mucho sobresalto).

    Ahora Bruce se enfrenta tanto a criminales como a para-demonios,  y ya ha sufrido nada más y nada menos que la muerte de un Robin a manos de Joker.

    Su Batman habla de tú a tú en términos resolutivos y de ambición al Batman videojugable del Universo Arkham de Rocksteady o con la genial descripción que interpreta Jason Omara en el Universo Animado DC.

    Su mera apariencia de escultura griega en mallas hace sonreír al revisar el acercamiento acorazado por placas al traje de Bale.

    Y tras la redención que sufre tras los acontecimientos al desenlace de “Batman v Superman: Dawn of Justice” (2016), tenemos dispuesto un escenario y un personaje que puede dar recorrido a una de las visiones más definitorias, rica en matices y fieles al cómic desde aquella que entregaron Bruce Timm y Paul Dini en su serie animada.
  • Conclusión

  • Ha costado subir mucho y caerse de vez en cuando para que hoy un héroe como Batman esté en lo más alto. Pero no nos engañemos. Si hoy disfrutamos de tantas versiones del mismo mito, o asistimos a un momento de éxito masivo de todo lo que huela a tebeo, es porque, en su día, alguien supo hacer que el personaje volviera a la palestra. Que el concepto escalara aquel pozo. Que el Caballero Oscuro se alzara.
  • Vía Blogspot
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  • Lee más sobre Batman en este post.

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Álvaro Martín de Ruedas


Artista plástico y visual y consumidor habitual de cultura pop. También dibujo tebeos, escribo artículos y en general, investigo en torno al entretenimiento como medio generador de conciencia.

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